El acto de la Academia de Periodismo el jueves en la Biblioteca Nacional, el mejor de todos desde que integro esta institución hace más de una década, me hizo reflexionar sobre su existencia y sobre el periodismo justo hoy, 7 de junio, Día del Periodista.
El mejor discurso sobre el estado del periodismo, titulado “No amamos lo suficiente a los periodistas”, lo hizo uno de los galardonados, el periodista Jorge Fernández Díaz, quien viene siendo una figura relevante de nuestra profesión hace décadas y sin embargo no integró la Academia de Periodismo.
“Jorge Lanata fue el periodista más creativo y relevante de mi generación.” (Fernández Díaz)
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Lo mismo aplica para el mayor protagonista de ese acto, aunque post mortem, Jorge Lanata, cuyas hijas recibieron en su nombre el diploma que lo acredita como miembro honorario, pero tampoco nunca integró la Academia de Periodismo a pesar de ser el periodista más importante de las últimas tres décadas.
Gran mérito del actual presidente de la Academia de Periodismo, Joaquín Morales Solá, haber encontrado en el Estatuto de esta Academia la posibilidad de elegir un integrante honorario por simple mayoría mientras que hacen falta dos tercios para un académico pleno, lo que genera dificultades similares a nombrar un juez de Corte Suprema o el procurador nacional.
También el discurso de Morales Solá fue una de las más enfáticas críticas a un gobierno que se hayan pronunciado en la Academia: “Acosar y difamar al periodismo significa otro desprecio a las instituciones de la democracia. La comprobación de que populismos autoritarios se están imponiendo en países de Occidente con larga tradición democrática no puede justificar las transgresiones argentinas”.
Pero dirigiéndose a los periodistas advirtió: “No podemos estar solo pendientes de una pelea que no iniciamos ni nos gusta, porque descuidaremos en ese caso nuestra misión fundamental en la vida, que es contarle a la sociedad las cosas que el poder no quiere que sepa”, y concluyó diciendo: “No nos olvidemos de la humildad, porque el protagonismo y la soberbia son los asesinos del periodismo”.
Inmediatamente, pensé que quizá por eso Lanata no integró la Academia de Periodismo, porque él sí consideraba el protagonismo un amplificador del mensaje del periodista, que como toda herramienta se puede usar para el bien o para el mal, y consideraba que involucrarse en la pelea que iniciaba el Gobierno era una responsabilidad de aquellos periodistas que tuvieran los recursos para, simultáneamente, no dejar de hacer su tarea de contarle a la sociedad lo que el poder no quiere que sepa.
Gracias a esas peleas discursivas y judiciales, hasta en el Tribunal de San José de Costa Rica, se logró modificar la legislación sobre la pena de cárcel para periodistas por desacato, luego calumnias e injurias, que generalmente llevaron a cabo periodistas del diario Página/12, como Lanata, que nunca integraron la Academia, sumado a la jurisprudencia en la Corte Suprema limitando la discrecionalidad de los gobiernos para discriminar a los medios y ahora los juicios contra el Presidente por llamar “ensobrados” a los periodistas, otro aporte al ejercicio de nuestra profesión que no se destacó en el acto de la Academia, tratándose de la última lucha de Lanata a favor del periodismo.
Recuerdo una conversación con Claudio Escribano, expresidente de la Academia de Periodismo, su alma mater y actual integrante con mayor experiencia en la conducción de redacciones, sobre por qué Perón en 1951 expropió el diario La Prensa y no La Nación, de ideología similar. La explicación residía en que La Prensa era el diario más grande de entonces por sus clasificados, lo que fue Clarín durante el kirchnerismo. Pero creo que también pudo haber jugado como escudo el estilo falto de soberbia y protagonismo que es parte de la forma de elegancia que caracteriza a la redacción del diario La Nación y se extrapola como característica estética y requisito a los miembros de la Academia de Periodismo.
“Pasó de la raya al decir el periodismo está en extinción. Veamos ministro.” (Claudio Escribano)
Un recato, decoro, discreción y prudencia de los que claramente Jorge Lanata carecía y, aunque en otra proporción, también Jorge Fernández Díaz, quien siendo director de la revista Noticias fue autor de muchas de sus más osadas tapas y, como director de política del primer diario PERFIL, de investigaciones sobre los hijos del presidente De la Rúa, cuando en 1998 gozaba del prestigio que luego perdió y fueron “éticamente” cuestionadas por el columnista estrella de La Nación de entonces, Mariano Grondona.
¿Es siempre el protagonismo –y la soberbia que se le desprendería– un defecto o solo cuando es una herramienta, como bien dijo Fernández Díaz de algunos colegas, “para hacerse rico rápidamente de cualquier forma”? ¿Es la valentía en un periodista una virtud superior al recato?
Por mi propia experiencia de conducir redacciones también por décadas, no creo que haya solo un tipo de virtudes para ser un buen periodista. Que, como en tantos órdenes de la vida, en una redacción, una Academia y en cualquier conjunto de personas, la diversidad enriquece al todo. Que no hay una única estética, no hay una sola epistemología, ni mucho menos hay una sola deontología.
Jorge Lanata es el mejor ejemplo solo con la foto que ilustra esta columna, que fue tapa del diario PERFIL el 22 de julio de 2006, donde textualmente se decía: “Lanata, desde el frente. El enviado especial volvió a Oriente Medio para escribir sus impresiones del conflicto”.
Otra reflexión es sobre la intensidad y la oportunidad. Cuándo advertir sobre las mafias que rodeaban al menemismo en Aduana y Migraciones con Yabrán: ¿antes o después del asesinato de José Luis Cabezas? Cuándo advertir sobre la red de corrupción de la provincia de Santa Cruz que luego se extendió a todo el país: ¿en la primera presidencia de Néstor Kirchner mientras se reproducía o después de que Cristina Kirchner fuera reelecta? Y, cuándo advertir sobre la propuesta totalitaria de Milei: ¿mientras era candidato, al comienzo de su presidencia o un año y medio después?
Lanata lo hizo siempre antes. Otra de las virtudes del buen periodismo es antes, cuanto antes mejor.
Feliz Día del Periodista a todos los colegas.