Caputo es sinónimo de deuda impagable: el ministro emitirá nuevos bonos en dólares

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Luis Caputo, el ministro de Economía de Milei, anunció este viernes la emisión de un nuevo bono en dólares, el Bonar 2029N, que será licitado el 10 de diciembre. El objetivo es claro: conseguir dólares frescos para pagar los vencimientos de deuda que se vienen en enero de 2026, por más de 4.000 millones de dólares. El mecanismo no es nuevo, tomar deuda para pagar deuda, cueste lo que cueste. El objetivo es que el costo lo terminen pagando los trabajadores, con más ajuste y menos derechos.

El Bonar 2029N será un título a cuatro años, emitido bajo ley local y con un cupón del 6,5% anual en dólares, pagadero semestralmente. Es decir, el Estado se compromete a pagar intereses altísimos en una economía con reservas negativas, y con vencimientos concentrados en los próximos años que son directamente impagables. Solo en 2026, hay que afrontar compromisos en dólares por 19.500 millones, de los cuales 8.500 millones son con tenedores privados.

Hace casi ocho años que la Argentina no lanzaba una emisión de bonos en dólares, fue el mismo Caputo el último en hacerlo, bajo la gestión de Mauricio Macri en 2018. En aquella oportunidad emitieron bonos a mansalva, incluido el insólito bono a cien años y la «fiesta» terminó, como era previsible, en una crisis de deuda que obligó al país a acudir al FMI, sumando una mochila de 45.000 millones de dólares que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner no sólo no cuestionó, sino que legalizó y siguió pagando religiosamente. Pese a los discursos de soberanía, el Frente de Todos continuó avalando el saqueo, y los pagos realizados no evitaron que la deuda siguiera creciendo y la economía se hundiera más todavía.

Una tasa de usura y ley local: la realidad detrás del «regreso» a los mercados

Caputo y el Gobierno de Milei se jactan de “volver a los mercados”, como si eso fuera una medalla. Pero la letra chica dice otra cosa. El Bonar 2029N se emitirá bajo ley argentina, no extranjera. ¿Por qué? Porque no hay inversores internacionales dispuestos a prestarle a la Argentina. Emitir bajo ley local es un reconocimiento tácito de la desconfianza que reina respecto a la economía nacional.

La tasa de interés acordada, 6,5% en dólares, está entre las más altas del mundo. Para ponerlo en perspectiva, la mayoría de los países pagan la mitad (o menos) para conseguir dólares. La tasa refleja el riesgo de una economía que vive jaqueada por la inflación, el ajuste y la recesión, y que solo puede atraer capitales dispuestos a hacer negocio rápido y seguro a costa del pueblo argentino. No hay “confianza” ni “solidez”, sólo especulación y voracidad financiera.

Mientras se celebra el “regreso al mercado”, el Gobierno avanza con un ajuste feroz. Las reservas netas del Banco Central están en rojo, en torno a los 17.000 millones de dólares negativos según la metodología del FMI. Los dólares de las exportaciones nunca alcanzan, porque la mayor parte se va por la canaleta del pago de deuda, la fuga de capitales, el turismo y las importaciones. Cada pago a los acreedores significa menos recursos para salud, educación, jubilaciones y salarios. Y para seguir sosteniendo esta bicicleta financiera, Caputo está dispuesto a pagar lo que sea necesario, hipotecando el futuro de las grandes mayorías.

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El plan económico de Milei y Caputo es funcional a los intereses de los grandes bancos, los especuladores y el capital financiero internacional. El FMI exige juntar más y más reservas, no para el bienestar social, sino para garantizar el repago de una deuda que ni siquiera benefició al pueblo. Toda la presión imperialista apunta a que la economía argentina se mantenga “ordenada” solo para seguir pagando, aunque eso implique destruir empleo, congelar paritarias, recortar jubilaciones y cerrar fábricas. El ajuste y la recesión son el precio de la fiesta de los acreedores.

La experiencia muestra que cada ciclo de endeudamiento termina en crisis, más ajuste y más miseria para las mayorías. No hay salida dentro del círculo vicioso de la deuda: ni los canjes del kirchnerismo, ni el megaendeudamiento macrista, ni las renegociaciones de Fernández y Massa, ni el nuevo festival de préstamos de Milei y Caputo cambian la realidad de fondo. La deuda crece, los pagos no se terminan nunca, y el país sigue atado al capital financiero internacional.

La única alternativa realista es el desconocimiento soberano de la deuda externa que es ilegítima y fraudulenta. Hay que romper con el FMI, nacionalizar la banca y el comercio exterior bajo control de los trabajadores, y poner todos los recursos al servicio de las necesidades sociales: producción, trabajo, educación, salud y vivienda.

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